Tuesday, April 30, 2013

Ve delante


Llévame de la mano y no me sueltes.
No sabes cuánto anhelo la fuerza de tus pasos.
No es ni siquiera que me dibujes el rumbo.
Es que lo transites  conmigo.


Toma mi mano y vamos juntos.
Que la brisa acaricie nuestros rostros.
Que las lágrimas lo humedezcan nuevamente en la alegría
Que el cielo se despeje
Y el sol resplandezca


Toma mi mano y llévame a la playa.
Enterremos los pies en la arena
Y vivamos tranquilos por instantes.
Es la ilusión que me da que estés conmigo
Es lo traviesa que me vuelvo en tu presencia


No te quedes solito
Toma mi mano, no me pidas que te lleve
Porque es a ti al que quiero ver delante, seguro y risueño
Con mucho entusiasmo sabiendo a donde vamos.
Con gusto iré contigo
Para siempre a tu lado, respirando el amor.
 
Estamos vivos.

 

Friday, April 26, 2013

Ciudad Plenitud


Ella se levanta  sigilosa, vigilante.
Se asoma a la puerta y ve a los amantes.
Esos que se besan como si jamás fuesen a volverse a ver.
El la mira. Ella lo mira. Ni una sola palabra es pronunciada.
Todo se lo dicen a través de la mirada penetrante, llena de deseo.

 Ella está detrás de la puerta sin ser advertida.
Piensa en ir a la cocina y prepararse un café para volver y sentarse en la mecedora a contemplar.
Anhela seguir viendo esa escena hermosa como de María Félix.
Pero de pronto se pregunta:  Y si se acaba? Será éste el comienzo o el último  adiós?
Ella nunca los había visto. Podrían haber sido unos familiares de vecinos, cualquier visitante.

Se miraban. Se besaban. De pronto un abrazo largo y fuerte permitió que la mujer de cabellos plateados diera vuelo a su pensamiento.
Y así, sin ser percibida, viajó hasta los días de su tierna juventud, recordando la primera vez que estuvo  en brazos de ese fuerte hombre que la acompañó a lo largo de su vida. Ese ser atento que la cortejaba y que ganó su corazón. Ese hombre educado que pidió su mano y llenó su cuerpo y su vida de detalles y del más puro amor. Ese hombre que hizo su vida más intensa y la llenó de significado. Su tierno amante que después de cincuenta años juntos y tres maravillosos hijos, se había despedido sin deber nada, anhelando el cielo y ver a Dios porque ya su misión estaba cumplida.

 Margarita estaba allí.
Se había parado por un vasito de agua y de pronto vio una silueta a través del vidrio de la puerta.
Margarita, mujer curiosa de ojitos arrugados y sonrisa dulce, se puso a mirar y los vio a ellos allí, parados uno en frente al otro, mirándose, besándose, hablando el lenguaje del amor que ella ahora con tanto agradecimiento recordaba, pero que no se atrevía  a anhelar en un acto de inconformidad.
Ya las piernas no le daban. Debía volver a la cama, a  su sueño, a su descanso, a esperar un nuevo amanecer.
Ahora le tocaba aguardar que un día se encontraran ella y su viejo, en un lugar que le costaba imaginar, pero con el que había pasado la vida soñando esperanzada. Un lugar eterno, donde las almas descansan y no sufren jamás. Un lugar de  regocijo y de paz. Un lugar llamado Ciudad Plenitud.

 

 

Saturday, April 13, 2013

Tener o no tener

Vivimos tiempos difíciles. Esta frase de seguro la escuchas constantememte en conversaciones, discursos y hasta en los propios pensamientos de tu mente. Tiempos difíciles signados por el crimen, la crisis económica y política, la falta de creencias, el extremismo de determinadas culturas en contra de otras, la división, etc. Tiempos difíciles que, o nos hunden en la desidia, o nos hacen reflexionar. Y reflexionar ¿para qué? Para producir un cambio.

El que reflexiona debe asumir el deber de no callar. No todos nacieron para activistas, pero ciertamente no somos masas inertes que se muevan en el espacio sin un fin. Esencialmente todos tenemos un propósito. Todos fuimos creados con él; es tácito a nuestra existencia. Sin embargo, hay enemigos tanto materiales como etéreos que trampean nuestra mente y nos hacen víctimas de ella. La mente puede ejercer sobre ti y sobre mí una fuerza paralizadora peor que cualquier arma nuclear. O puede hacernos crear, protagonizar, movilizar cualquier cosa que seamos capaces de recrear en ella. Yo diría que hay agentes claves para que esto suceda, la mente y nuestros pensamientos individuales no bastan. Para que la fuerza se acreciente y se haga verdaderamente poderosa, debemos contar con unidad y fe. Unidad con otros seres humanos y fe en una fuerza superior.

Ahora bien, ¿qué hacemos con los distractores? Y aquí es donde el título de este post cobra sentido. Los mayores distractores de la vida actual son materiales, y ejercen una fuerza de atracción entre ellos para aglomerarse y orquestrar en cada ser humano deseos de tener más, sentimientos de inconformidad y una profunda avaricia. No necesariamente se es víctima de todos al unísono. Uno puede perfectamente existir sin necesidad del otro. Una persona puede no tener nada y estar inconforme con su situación, lo que para nada es cuestionable, en muchos casos es positivo pues esto la lleva a luchar, a trabajar por cambiar su realidad. En este caso, hay que tener cuidado con los motivos y siempre hay que procurar un límite sano porque fácilmente tener y superarse, se puede transformar en mezquindad y hasta envidia cuando lo que la persona comienza a hacer obsesivamente es compararse con otros. Igualmente, otra persona puede tener mucho y sentirse inconforme porque no ha aprendido a estar agradecida y a sentirse bien con cada cosa.

No hay nada que diga cuánto es bueno tener o dejar de poseer para conservar la integridad y el sano juicio. Ni siquiera la Biblia, siendo el libro más leido y reproducido desde que se imprimió su primer ejemplar, nos da una clara idea de estos valores. Sin embargo, hay ciertos lineamientos que nos llevarían, partiendo de nuestra espiritualidad, a una medida justa y sana:

Uno es poner a Dios de primero, amarlo con toda nuestra mente, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas; Él debe ser lo más importante.

Por otro lado, no poner nuestro corazón en las cosas de este mundo porque son perecederas, se acaban. En unas versiones se lee que la polilla se las comen, y en otras, que el orín las oxida. Sea cual sea el caso, las cosas materiales tarde o temprano dejan de existir. La solución es fijar nuestra atención en las cosas eternas como el amor y la verdad, la esperanza y la justicia.

Y por último hay un secreto, el más hermoso de todos, para tener sin exagerar y poseer lo que se tiene con nobleza, protegiendo nuestro corazón del egoísmo, de la codicia y la tacañería, y es el dar. Dar implica renunciar a uno mismo para conectarse a las necesidades del otro. Ya no vivimos centrados en el “yo y mi pequeño mundo que quiero llenar de cosas” , para romper nuestra burbuja y estar atento al vecino, y cuando digo vecino, no me refiero al de la casa contigua sino a toda persona que me pasa por al lado. Si tu das, ten por seguro que el mismo autor de la vida se encargará de cubrir tus necesidades y hasta te consentirá, dándote en su justa medida, los deseos de tu corazón.

 
Quiero que sepas que no soy la más espiritual de todas las mujeres que conoces. Me senté hoy a disfrutar con mi familia en el patio de mi casa y justo cuando iba a empezar a hacer una lista mental de lo que aun no tengo y quiero comprar para que se vea todo más bonito, decidí buscar mi computador y sentarme a escribir. Y en esa conexión divina que surge cuando mi pensamiento revolotea tratando de escuchar mi corazón, no puedo ignorar el susurro de Dios que me seduce hasta haberlo plasmado en el papel. Trataba yo al principio de pensar en mi patio y en los muebles que quisiera comprar, pero rápidamente me vi sumergida en la belleza de toda la naturaleza que me rodea, en el verde tan intenso que se despierta en primavera, en el azul del cielo con sus nubes blancas figuradas a brochazos y una brisa fresca que me anima mientras veo a mis hijos jugando sanos y contentos en frente de mí. A mi lado está mi compañero, aprendiendo a ser cómplice de mi locura. Caramba! ¿Qué más puedo pedir? Si bien no soy la más espiritual que conoces, sí me siento como la más rica del mundo.