Monday, July 8, 2013

Un dia en la vida de Gustavo


Mariana se levanta, se peina y sale dispuesta a regresar. Sin embargo, es otra la suerte que le depara el destino.

Era un lunes cualquiera. Salí como todas las mañanas, a las 4:55 en mi autobus, recogiendo a los mismos de siempre, la misma ruta, la misma gente.

Supe de Mariana porque su mamá es comadre de la mía. Y esa mañana ella estaba muy ilusionada por ir a una entrevista de trabajo en el centro, su madre dice que tenía el presentimiento de que la iban a contratar.

 
Ahora lo cuento como si nada, ya es la cuarta persona que veo en este mes, y quizás la novena en lo que va de año. El que se deje vencer por el miedo, pierde. Suena frío y calculado pero la verdad es que la vida continúa, nada detiene este planeta que gira sobre su propio eje, nada hace pausa en el universo. El sol sigue saliendo por el este y escondiéndose por el oeste. Detesto vernos víctimas de la conformidad. Cuánto no critiqué a mi primo, “el Colombiano” cada vez que me contaba de las vacunas de los guerrilleros. Dejaban de poner comida en la mesa con tal de pagarles a esos miserables lo que pedían, y lo peor, era que la trampa estaba perfectamente contruida sobre una plataforma de protección, los guerrilleros eran los supuestos agentes de seguridad del pueblo. Dice mi primo que no había delincuencia desde que estos estaban recorriendo el lugar. Pero dígame usted, qué clases de agentes de seguridad que mataban a cualquiera con tanta ligereza, que apretaban el gatillo teniendo a todo el pueblo aterrorizado y totalmente trabajado psicológicamente. Los héroes eran ellos, los malos. Y los pobres, los que pagaban. Punto.

Cuántas veces no leí en el periódico sobre las bombas que explotaban en Bogotá y Medellín, y los colombianos como si nada. Despejaban la zona y salían de nuevo, pasando por el mismo lugar donde aún habían partículas de vidrio y sangre fresca. Ya estaban acostumbrados a vivir a la suerte del día y lo más interesante, era que su actitud pretendía demostrarle a los terroristas valentía. Es entonces cuando el coraje nos abraza tan fuerte que parecemos olvidarnos del valor de la vida. Aunque todavía me siento confundido, pues no entiendo por qué no usar ese mismo coraje para combatir al enemigo; parece una mezcla de valor con un toque de miedo y toneladas de adaptabilidad. Es como si dejáramos luchando solo al enemigo pero al mismo tiempo, pareciera que nos estuviésemos regalando como un blanco que no le importa ser aniquilado. ¿Dónde está nuestro valor por la vida? ¿Dónde está el respeto de nosotros mismos por nuestra dignidad? ¿Es que acaso nos hemos olvidado de Dios? ¿Es que nos sentimos tan poderosos en nuestra propia estupidez, que se nos olvidó que fuimos primero criaturas que creadores? Es más, no somos nisiquiera creadores, somos productores, somos manufactores. Soy un fiel convencido de que todo lo que existe fue forjado primeramente en la mente y en el corazón de Dios. Muchos no nos hemos dado a la tarea de conocer al Autor de la Vida y por ello perdemos la brújula y damos pasos irresponsables en nuestro diario vivir.

 
Soy Gustavo Cardona. Mi familia se vino a Venezuela hace más de 50 años para mejorar. Mi abuelo supo lo que eso significaba y mi papá también. Sin embargo, a mi papá la vida se le fue poniendo chiquita. No tenía visión pero tenía esperanza. No supo que hubo un momento en todos estos años en que hubiese sido sabio y prudente llevarnos de vuelta a la tierra de su padre. No lo culpo. Esto fue lo que conoció y se le fue desmoronando a la vista. No supo que hacer.

Tanto mi padre como mi abuelo lucharon por levantar a su familia tan alto como les daban sus brazos y su fuerza de trabajo. El tope de mi abuelo eran sus propias limitaciones pero nada más, pues llegó a una tierra de libertades y oportunidades. El tope de mi padre eran las circunstancias y el límite que otros con más poder, le impusieran a el y al resto de la población. Aún más pesado me tocó a mí, porque a estas alturas, ya los de arriba no tienen nada contra lo cual luchar. Ya sembraron la discordia, y en la tierra fértil de la ignorancia, plantaron las ideas retrógadas de una igualdad que no existe, del estancamiento, del conformismo, de la apatía y de la maldad. Comenzaron hipnotizando a los más débiles y los más fuertes terminaron cayendo en el mismo foso. Poco a poco las piezas del dominó se fueron cayendo una tras otra.

Ahora los únicos que guardan esperanza en sus corazones son lo que creen en secreto. Ya ni se puede hablar de Dios en las calles, pero los cristianos se mantienen en pie. Ellos guardan esperanza y la contagian tanto como pueden. No arman alboroto, el alboroto lo arman otros, los que están en contra. Les quiero agradecer a todos los cristianos que he conocido porque me han ayudado a mantenerme en pie, como un árbol, tratando de dar fruto aunque sea en secreto. Los llamo cristianos porque hablan de Cristo, hablan de Jesús, no tengo idea de cuál es el origen de la fe de cada uno. He escuchado que algunos son católicos, otros evangélicos, otros mormones. Pero parece que todos ellos al único que nombran en estos tiempos es a Jesús, porque es donde han encontrado la fuerza, la esperanza y sobretodo el amor que los ha llevado al perdón y a la misericordia.



Soy Gustavo Cardona. Mi abuelo llegó aquí trabajando como obrero en los edificios de una empresa constructora donde los dueños eran italianos inmigrantes. Ellos le ayudaron y mi abuelo se hizo maestro de obra. Luego mi padre, que aprendió el valor del trabajo desde chiquito, limpiando zapatos y lavando carros. Mi abuelo le enseñó así a ganarse un dinero extra y a ser humilde de corazón. Después pudo ir a la universidad y se hizo Contador. Éramos una de clase media, que había empezado desde abajo y sabía lo que era el progreso. Mi abuelo y mi padre saborearon el resultado del esfuerzo y la preparación. Luego llegué yo y me hice ingeniero. Si estás haciendo bien la ecuación, me estarás imaginando en este momento en una casa bien bonita, con tremendo carro y un montón de comodidades. Pero no. Soy Ingeniero de profesión, escritor de corazón y chofer de autobús de ocupación. Mi casa es preciosa porque la  mantenemos limpia y ordenada, pero está ubicada en una de las zonas más pobres de la ciudad. Vivir en una zona pobre es sinónimo de vivir en una zona peligrosa, pero este gobierno le hizo creer a la gente que eras más digno, que era mejor, porque la bandera tácita de esta revolución es “húndete en la miseria y sé feliz con ella”. En vez de “Estudia, trabaja, lucha por alcanzar una vida mejor y tiéndele una mano a tu prójimo” ¿Qué te suena mejor a ti?

 
Aunque Caracas desde hace muchisimo tiempo es peligrosa en toda su extensión, vivir en una barriada caraqueña implica estar expuesto en un 100% y constantemente al hampa. Los índices de mayor criminalidad han estado por mucho tiempo en nuestros alrededores. Estamos bien familiarizados con la muerte y la tragedia. Yo no conté con la misma suerte de mi abuelo y de mi padre. Llegó una gente bien rarita al poder hace 20 años. Han estado amparados bajo la consigna: “Nuestro padre y nosotros fuimos elegidos democráticamente, los golpistas son otros, la oposición”. Esta ha sido una frase ya rallada de tan repetida. Probablemente la única verdad, fueron elegidos democráticamente, dicen que solo la primera vez y que de ahí pa´lante hubo trampa. Se aprovecharon de un pueblo que necesitaba esperanza y por el huequito de la deseperación se les metieron. Todo lo han ido destruyendo poco a poco. Acabaron con los sueños de muchos, borraron la palabra progreso del diccionario de los venezolanos. Le echaron la culpa a las grandes potencias del mundo. Y han tejido sábanas de mentiras a un pueblo que desde hace tanto tiempo parece como encantado o embrujado.

Desde pequeño vi pasar el tiempo y esperaba que aparecieran los héroes como en las comiquitas, quizás sin capa pero con los pantalones bien puestos. Soñé muchas veces con ver a la gente salir en oleadas de sus casas, molesta por tantas injusticias, y aun sigo soñando. Pude estudiar por las políticas populistas de esta revolución pero la verdad, si estoy bien preparado, es por esfuerzo propio, por los principios que me inculcaron mi padre y mi abuelo y porque me encanta leer. Pero he caminado la cuesta luchando y destruyendo en cada paso, al monstruo de la mediocridad. Ahora resulta que no encuentro trabajo como ingeniero y aunque lo encuentre, no valdría la pena porque hago más churupos de chofer de autobús, esto por los beneficios que da el gobierno. Si estuviese solo me importaría tres pepinos, pero tengo hijos y les quiero dar un poquito más.

Me siento rodeado de ignorantes y no quiero que esto suene pedante. No los culpo. Los han hecho ignorantes, los han obligado a esto sin que se den cuenta, quitándoles las opciones. Hay un solo camino para todo, el que ellos han dibujado. Ya nadie tiene ganas de nada y lo peor, es que en este punto donde estamos, ninguno se da cuenta. El adoctrinamiento ha cumplido su función a cabalidad; ese es el único que no es mediocre. Las horas de trabajo fueron reducidas, la gente vive osiosa. Los vicios se han acentuado y los únicos que no son apáticos ni viven en la desidia son los malandros. Siguen robando y siguen matando como les da la gana. Es una sociedad enferma. Ya no hay casi nada que robar. Pero sigue reinando la maldad, el deseo de hacer daño. Por eso nunca creí en el que ellos llamaron alguna vez “Socialismo del siglo XXI” y que hoy en día se pone al descubierto como el más obsoleto y periclitado comunismo. Decían que harían de Venezuela y de Cuba una gran nación. Nunca sucedió. Ya los Castro nisiquiera existen. Ambos murieron de viejos y enfermos y los cubanos están luchando para aprender a implantar la democracia, con una generación que se despertó desde joven a luchar y con los viejos que aún tenían en la memoria el sabor de la libertad.

Venezuela está sola y desierta. Dicen que la ayuda vendrá de adentro, del corazón de los mismos venezolanos. Pero me cuesta imaginar qué es lo que hará a la gente despertar de este letargo. Las únicas voces que oigo todavía contentas son las de algunos que hablan de Jesús. No puedo decir que son todos porque muchos cayeron en la trampa, probablemente por la desesparación. Pero los que se mantienen fuertes, esos son los que me gustan. Lo único es que no se meten en política, pero los escucho orando para que algo bueno suceda. ¿Quién será entonces el corazón vulnerable que se levante a empuñar la espada? ¿Es que de verdad la gente seguirá pensando que la ayuda caerá como por arte de magia? Lo que más me preocupa no es la manera en que sucedan las cosas, sino que realmente sucedan. Ya nisiquiera sé si los demás desean lo mismo que yo. Y es que ¿Cómo vas a desear la libertad si nisiquiera sabes que estás preso?

Escribo para que se oiga mi voz.

Soy Gustavo Cardona, respirando el CO2 del comunismo y anhelando el oxígeno que solo se respira en una nación libre, en una sociedad que danza animada por sueños e ilusiones de crecimiento; corazones que se despiertan entusiasmados de hacerlo mejor cada día; cuerpos que añoran  trabajar y superarse, almas que solo quieren vivir bonito, buscando no solo su bienestar sino también el del vecino.

 

Mariana se montó en el autobus a las 5:00 am para llegar a su entrevista puntual. Serían dos horas las que estaría rodando entre autobuses y el metro. Sin embargo, a las 6:00 am, justo antes de entrar al subterráneo para tomar la transferencia, Mariana fue asesinada de un disparo en el pecho. Un antisocial le agarró la cartera y ella trató de forzajear para no dejársela quitar. En fracciones de segundos, el hombre hizo uso del arma que cargaba y la mató. Sin amenzas, sin segundas oportunidades, sin disparos en falso, simplemente a quemaropa, la mató. Y es triste pensar que Mariana ni a su entrevista llegó. El sabor a éxito de esa mañana no se pudo consumar en su contratación. Lo más terrible es saber que el malandro sigue con trabajo, sigue libre y amparado por los gobernantes, quienes probablemente no solo le garantizan su libertad, sino también las drogas, las armas y la comida. Mientras siga su pecado impune, seguirá trabajando como malandro.

Historias como esta son las más tristes y las más comunes  en mi tierra desde hace más de 20 años, quizás 30. Y ni pensar que de pequeño yo las escuchaba imaginando que pronto eso iba a cambiar. Que llegaría un héroe como el de las comiquitas, sin capa y con chaqueta, quizás una corbata,  pero con carácter y buenos amigos, a regenerar la sociedad de uno de los países más lindos del mundo pero que a muchos, se les ha quedado en el olvido.

 

Mi abuelo nació en una época en la que se trabajaba para ganarse el pan y el que robaba, lo hacía por hambre y porque había caido en la deseperación.

Yo vivo en una época en que la gente mata por diversión, aunque la verdad es que la sociedad se ha degenerado hasta tal punto, que la vida no vale nada. El hombre se ha alejado de Dios y estoy seguro de que los que todavía respiramos, es gracias a las oraciones de los que no han desertado en su fe. Hay innumerables víctimas del odio, la maldad y el resentimiento. Hay un desamor tremendo hacia el prójimo. Sé que hay esperanza, pero lo que me preocupa es que no está en los corazones de todos, nisiquiera de muchos.

 

Soy Gustavo. Amo porque Dios me amó primero. En Venezuela, a los 23 días del mes de Junio del año 2021 y hasta que Dios quiera.

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